Salmo 50
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra tí, contra tí sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Al Espíritu Santo, para preparar la confesión:
Ven, Espíritu Santo, ilumina mi mente para que
pueda ver claramente todos mis pecados.
No sea yo engañado por el amor propio,
muéstrame el verdadero estado de mi conciencia.
Mueve mi voluntad al dolor sincero; ayúdame a
hacer una buena confesión.
Santa Madre de Dios, ruegan por mí para que
pueda enmendarme.
Amén.
Oración a San José del Papa Francisco para acercarnos al Sacramento de la Reconciliación:
"San José, padre en la ternura,
enséñanos a aceptar ser amados precisamente en lo que en nosotros es más débil.
Haz que no pongamos ningún impedimento
entre nuestra pobreza y la grandeza del amor de Dios.
Suscita en nosotros el deseo de acercarnos al Sacramento de la Reconciliación,
para ser perdonados y también capaces de amar con ternura
a nuestros hermanos y a nuestras hermanas en su pobreza.
Sé cercano a aquellos que se han equivocado y por esto pagan un precio;
ayúdales a encontrar, junto a la justicia,
también la ternura para poder volver a empezar.
Y enséñales que la primera forma de volver a empezar
es pedir perdón sinceramente para sentir la caricia del Padre.
Amén".
Oración después de la Confesión:
Mi querido Jesús, he confesado todos mis pecados lo mejor que he podido.
He intentado sinceramente hacer una buena confesión y sé que me has perdonado.
¡Gracias, querido Jesús!
Tu divino corazón está lleno de amor y misericordia por los pobres pecadores.
Te amo, querido Jesús; eres tan bueno conmigo.
Mi amado Salvador, procuraré alejarme del pecado y amarte más cada día.
Querida Madre María, ruega por mí y ayúdame a cumplir todas mis promesas.
Protégeme y no permitas que vuelva a caer en el pecado.
Señor Dios, ayúdame a llevar una vida según tu voluntad.
Sin tu gracia nada puedo hacer.
¡Amén!