• Porque la Iglesia en sus mandamientos, nos pide confesarnos al menos una vez al año.
• Porque Dios nunca cierra la puerta, sino que espera con amor fiel.
• Porque el sacramento cura heridas antiguas y devuelve la alegría de la salvación.
• Porque María, como madre, nos conduce a Jesús, que perdona y sana.
“¡Dios nunca se cansa de perdonarnos!”
(Papa Francisco).